martes, 20 de diciembre de 2016

La incultura erosiona el país.



LA INCULTURA EROSIONA EL PAÍS

El problema educativo de nuestro país es grave. En los últimos dos decenios específicamente en lo que se refiere a la educación básica y media e incluso superior,  el deterioro ha sido dramático, por obra de muchos factores, entre los que se destacan la radicalización política magisterial, la incapacidad de los Gobiernos para responder de modo adecuado a una demanda estudiantil creciente, que proviene de los sectores menos favorecidos de la sociedad.
Nuestra niñez, y por consiguiente nuestra juventud, lee cada día menos, y en consecuencia cada día está más alejada del saber auténtico y permanente.
Esto dificulta que se consolide la identidad nacional, y hace a las nuevas generaciones mucho más vulnerables a la alienación ideológica y a la actitud depredadora de los valores morales y espirituales.    
Ni los padres ni los profesores inculcan hoy a los jóvenes, de manera sistemática, el hábito enriquecedor de la lectura de las grandes obras que ha creado el pensamiento humano, desde el pasado hasta nuestros días.
Lo que los jóvenes, por obligación lee, son apuntes, extractos, manuales deficientes y textos fragmentarios. Y así vemos cómo, después de doce años de estar en las aulas, muchos ni siquiera saben leer, en el sentido compresivo del término.
Este es un índice muy revelador de lo que es nuestra Patria: un desierto cultural, más desolador que el desierto ecológico por el que muchos vivimos preocupados. Y esa perspectiva debe conmovernos a todos, al Gobierno, a todos los sectores sociales, porque si dejamos que la ignorancia siga creciendo, los conflictos, la violencia, el desorden social establecido seguirá creciendo.
  

viernes, 25 de noviembre de 2016

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Reflexión de vida


REFLEXIÓN DE VIDA

La vida fue fructífera, los objetivos trazados se cumplieron a cabalidad, no hay nada que lamentar y los muchachos tuvieron la oportunidad de salir adelante y superarse en un ambiente bueno, gracias a la estabilidad emocional que les fue dada.

Pensaba con detenimiento el punto de partida desde el cual tomaron un camino distinto al que siempre desearon. Tuvo que haber ocurrido algo extraordinario que no pudieron controlar, y por eso se preguntaron: ¿Qué fue lo que sucedió? Respondió con la verdad relatando su historia. Les contaré todo lo que pueda y deseen saber.

Pudo olvidar muchas cosas que le ocurrieron durante su niñez y juventud, pero lo que nunca dejó de recordar eran los buenos momentos y satisfacciones que le proporciono a Gloria. Lo afirmo con orgullo y mis mejores deseos que ella sea tratada como yo lo hice en su momento, Lamento mucho no haber seguido proveyéndola de todo, así en la situación en que me encuentro y hasta hoy no sé quién es más culpable de mi fracaso: ¿ella o yo?  Todavía sigo confundido. Me gustaría tener una nueva oportunidad a su lado, aunque estoy consciente de que nunca la tendré.

Sin embargo, insistió en que le gustaría, porque cometió algunos errores de procedimiento y esto lo llevó a perder el control de sus consecuencias que lo tienen en  esta miserable situación.

Todo dio inicio cuando llegó el día en que ya no le alcanzaba lo que ganaba, por mucho que se esforzará, el dinero seguía siendo insuficiente, las demandas cada vez mayores a medida que los niños crecían. A causa de ello, comenzó a hacer cosas que reñían con la moral y la ética, con tal de percibir más ingresos económicos y mantener el hogar estable. Poco a poco sus principios y valores fueron perdiendo su esencia, le encontró el verdadero sabor a lo ilícito, a lo que huele a corrupción. Lo único importante era ganar más dinero a costa del sacrificio de otros. Eso era parte del juego y le valió el apodo que lo hacía sentir distinto entre sus compañeros de trabajo: el Camaleón. Siempre ganaba, no precisamente sus casos, pero ganaba, porque encontró el mecanismo que se lo permitía: falsificaba firmas, hacía cualquier cosa para conseguir sus objetivos.

Un día firmó unas escrituras que le iban a rendir muchos ingresos, con los cuales quería satisfacer algunos finos gustos de Gloria. Estaba firmando por tercera vez su sentencia con conocimiento de causa y efecto por las llamadas de atención y suspensión temporal que había tenido con anterioridad, pero la costumbre y la necedad de complacer eran superiores a sus principios en aquel momento. Ganó mucho dinero en esa oportunidad, el cual bajo sentencia, debía devolver. Asimismo, era dinero imposible de recuperar, ya que Gloria se había adelantado a comprar un coche de marca y último modelo, y él tampoco tenía la valentía para evitarlo. Es que realmente la adoraba, es más, ni siquiera tenía valor para confesarle el origen y los medios utilizados para obtener esa suma. Como era costumbre, le entregaba todo lo que ganaba, y de allí los resultados. A causa de ello le suspendieron su título.

La orden de captura no se hizo esperar y fue recluido en un centro penal. Allí lloró por Gloria durante muchos días, quizás meses, hasta que un día empezó a darse cuenta de la realidad; para comenzar, porque nunca lo visitaba. Deseaba con desesperación buscar dentro de él el pretexto perfecto por el cual no venía a verlo. A eso se sumó que Gloria no se tomó la molestia de contratar un abogado particular para que llevará su caso, y tuvo que conformarse con el que asigna el Estado.

Tenía vedada su propia realidad, nunca pensó que se había equivocado y que lo había hecho de manera irracional. Fue entonces cuando volvió a pensar en Renata y sus hijos, se puso a meditar sobre lo mal que hizo al abandonarlos, y peor se sentía por no haberles dado nunca un solo centavo para sus gastos. Todo esto lo hacía  sentir ahora cobarde e irresponsable, un error que nunca podría enmendar. Lloro durante largo rato, pero esto no fue por Gloria sino por su imprudencia, por Renata, por sus padres y por sus hijos.

Se acostumbró  a la cárcel, aprendió  a robar, y se especializo en la mentira y la traición. Sus mejores amigos eran seleccionados con similares características, pues creía que era la mejor manera de vivir, y para ello se capacito en el menor tiempo posible. Los vicios su aliciente, fumaba de todo y bebía cualquier cosa; era el medio para saciar la ansiedad y el vacío, y olvidar para siempre a Gloria.

¿Qué pasó con Renata y su familia?

Un vecino de la casa de sus padres le contó que cuando la abandono, ocho meses después su madre la ayudó económicamente y con ese dinero se fue a los Estados Unidos. Lo hizo de manera ilegal junto con los niños. Según esa persona, completó satisfactoriamente su recorrido en un mes, consiguió trabajo en una guardería haciendo la limpieza y progreso hasta llegar a nombrarla administradora del lugar, el cual se convirtió en el hogar de nuestros hijos. El tiempo fue el mejor aliado de Renata al darle muchas satisfacciones económicas y personales, y su mejor logro fue la graduación de sus hijos Pedro y Tomás. Dicen que Pedro es un prominente abogado  en California, y sus conocimientos y rectitud lo han hecho merecedor de condecoraciones. Tomás estudió Medicina y obtuvo un doctorado en Oncología; trabaja en un Hospital en el cual ha cosechado muchos logros personales. Desconozco si ellos han formado un hogar, es más, no sé nada de su vida. Entre los dos le compraron una bella casa a Renata. Ella no se volvió a casar y su vida la volcó en el trabajo, para sacar adelante y de manera exitosa a Pedro y Tomás. Cuenta este vecino que pasa el tiempo arreglando el jardín, y un mes al año se da un viaje a algún lugar de América.

Ella nunca más regresó a este país, debido a que por circunstancias de la vida perdió a sus familiares más cercanos, precisamente en la época en que la abandoné. Su madre tuvo una prolongada enfermedad que termino por arrebatarle la vida, y su padre murió meses después. Su hermano y hermana también emigraron, una vez fallecidos sus padres. Ignoro muchos hechos de la vida de ellos, es que me aleje tanto de todos hasta convertirme en un perfecto desconocido y sin familia. No tuve más hermanos. Mi padre había muerto unos meses antes de separarme de Renata quien lo atendió hasta el último momento como una verdadera hija. Me han contado, y no dudo que así fue, que mi madre dejó alguna herencia, incluida la casa que era de su propiedad, a una entidad de beneficencia. No asistí a su funeral porque ya estaba preso.

En aquel entonces perdí el amor que sentía por toda mi familia, para entregárselo en su totalidad a Gloria; no podía compartirlo. Ahora ha perdido el amor por sí mismo y solo espera el desenlace que lo separará de esta vida, sin amar a nadie, como si solo se tratará de vivir por vivir. No obstante, quisiera morir amando, pero su conciencia no se lo permite.

Cuando obtuvo su libertad, después de haber cumplido diez años en el centro penal, la fue a buscar. Durante muchos días la estuvo observando, y como todo un vagabundo pasó inadvertido ante sus ojos. Entonces participó en el robo de una casa, a cierta distancia, porque su trabajo consistía en avisar si se presentaba algún problema. Así obtuvo los medios para comprar una vestimenta apropiada que cambiara su imagen y con esta nueva apariencia decidió presentarse en su antigua casa. Toco a la puerta y salió a abrir una empleada que no lo conocía y, desde luego, no sabía de su existencia. Le dijo su nombre y se quedó allí de pie, esperando.

La empleada salió poco después para indicarle que la señora estaba en la hora de la siesta y no podía recibirlo. Buscó un parque cercano y un lugar donde sentarse mientras Gloria terminaba de descansar. Se puso a recordar muchas cosas del pasado, cuando compartía su vida con ella, y en un momento dado pasó por su mente la posibilidad de volver a vivir en la que fue su casa y, en especial, el hecho de volverla a tener entre sus brazos.

Estaba seguro que su hija Ana María lo iba a recibir con mucho amor, aunque no sabía mucho de él ya que apenas tenía tres años cuando perdió su libertad. Sin embargo, la esperanza de ese reencuentro era lo último que podía perder. Comenzaron a surgir en su mente mil preguntas, a la vez que imaginaba cómo iba a desarrollarse esa postergada reunión entre Gloria y él. De su parte estaba dispuesto a perdonarla si ella se lo pedía, pese a que estaba consciente  de que lo había dejado a su suerte en los momentos más difíciles, cuando le tocó vivir en la calle, hurgar en los basureros, sufrir en la cárcel. No obstante, se decía que quizás ella no era del todo culpable y pudo haber existido alguna razón que hubiera cambiado el rumbo de lo que Gloria realmente quería para él. Seguía soñando despierto y ese era su primer intento, después de transcurrido su primer mes de estar libre. Tres horas más tarde regresó a la casa y volvió a tocar. Esta vez la empleada le dijo que esperara un momento, porque Doña Gloria se estaba arreglando, pero que si tenía paciencia lo iba a atender. Aguardaré, le contesto con educación, mientras se decía a sí mismo que el aguardaría el tiempo necesario. Además nadie mejor que él sabía de las atenciones que ella dedicaba a su cuidado personal, incluso, no le extrañó la idea de que en ese momento estuviese la persona que la maquillaba. Tuvo la tentación de fumar, pero no lo hizo porque deseaba actuar exactamente como la última vez que la vio, sin vicios y con buenos modales. Llegaron unos policías, tocaron el timbre y de nuevo salió la empleada; de inmediato los hizo pasar y eso lo llevó a poner en marcha su imaginación y divagar. Entre sus pensamientos surgió que  quizás  había. alquilado el apartamento interior de la casa, o tal vez tenía problemas con alguna persona. Hasta pensó que Gloria había sido víctima de robo en su casa y, peor aún, que alguno de sus amigos podría haber participado. Esperó unos minutos y de pronto salieron los agentes, lo tomaron por los brazos, lo introdujeron en un carro patrulla donde había otros dos policías y le pidieron su identificación. No le dieron ninguna explicación, y sólo le indicaron que los acompañará a la Comisaría, donde iban a tomar algunos datos y le informarían la razón por la cual lo conducían a ese lugar. Una vez allí, de inmediato le tomaron declaración, que más bien era para confirmar lo que ya sabían, cuando pasó detrás un oficial que, era el jefe de la estación de policía, quien se limitó a ordenar: “Llévenlo y no pierdan su tiempo”. 

Lo condujeron a un Centro de Detención Preventiva, mientras se tramitaba su ingreso al penal donde ya había estado recluido. Esta vez no sabía la razón por la cual estaba preso; si él sólo quería ver a Gloria. En ese lugar se enteró, por medio de una persona que hacía la limpieza, que podía salir fácilmente de allí si ofrecía un soborno a cualquiera de los agentes que estaban custodiando el presidio. Pensó de inmediato que en su caso era imposible, ya que no tenía dinero para ofrecer, y por lo tanto tenía que dejar que las cosas siguieran su curso hasta que lo trasladaran a la antigua prisión. Sin embargo, podía intentarlo; no le costaba mucho mentir y asegurar que tenía amigos que podían pagar la cantidad que le exigieran.

A cambio, podría averiguar la verdadera causa por la cual estaba detenido, y así lo hizo. Le planteo la situación al primer agente que llegó y éste le dijo que aceptaba la remuneración, pero antes tenía que verificar su archivo y con base en ello le indicaría cuanto debía pagar. Esperó durante horas y al fin regresó el agente para decirle que era imposible debido a que la solicitud de su detención la había pedido la esposa del Director de ese centro e ignoraba el motivo.

Al día siguiente fue trasladado al Centro Penal que ya conocía bien. Allí estaban varios de sus amigos; algunos seguían cumpliendo sus condenas y otros ya habían regresado, como lo hacía él en ese momento. Transcurrieron ocho meses hasta que le tocó asistir a declarar al Juzgado, y se encontró con un legajo de causales que detallaban la razón de su captura. “Yo, Gloria…−le seguían sus datos personales−, auxiliada por  un Ex colega…me encontraba descansando en mi alcoba la tarde de…, cuando a eso de las 16.00 horas ingreso Mario…, mi ex marido, con quien procreamos una hija, ambas abandonadas a la fecha…,y de quien nunca recibí dinero alguno para nuestra alimentación…Sin embargo, el problema planteado en esta ocasión es referente a los hechos y acciones que realizó Mario al entrar en mi casa, cuyos medios para ingresar a la misma desconozco. Lo único que puedo asegurar es que fui sorprendida por dicha persona, quién con un arma de fuego de calibre desconocido que me puso en la cabeza me obligó a desvestirme, me violó de manera brutal, posteriormente me golpeó hasta dejarme inconsciente y  cubierta de sangre. Al volver en sí llame a la Policía y gracias a la rapidez con que actuaron los agentes, lo capturaron y condujeron a un Centro de detención preventiva. Por lo anterior, solicito que se establezcan sus antecedentes…y sea castigado con base en lo que la ley dictamina para estos casos…en especial porque temo ser nuevamente agredida y ocasionarme la  muerte. Solicito, además, la protección de mi menor hija…” 

Fue juzgado y condenado a cinco años de prisión, y por una emergencia se encuentra recluido en este Hospital, porque ha estado perdiendo la memoria a consecuencia de un tumor cerebral. Según el diagnóstico preliminar es posible que se trate de un cáncer terminal, lo cual se verificará con los resultados de exámenes posteriores. No puede recordar el tiempo que lleva cumpliendo su última pena, pero lo que sí se sabe es que en el Hospital le tratan muy bien. Hacía mucho tiempo que no le atendían tan bien; en realidad le hacen sentir que el amor sigue existiendo, que no todos piensan de igual manera y que hay personas en la vida que ayudan al prójimo a cambio de nada. Creía que no merecía ese final, porque su vida debería haber terminado en un basurero, no en ese acogedor sitio.

Por primera vez empezó a reconciliarse consigo mismos y le vino a la memoria su niñez llena de felicidad, la responsabilidad de sus padres y su noble propósito de haberle dado todo lo que necesitaba para salir adelante, su vida como estudiante. Y ahora, más que nunca, reconoció el esfuerzo de Renata y el apoyo incondicional que le brindó para que pudiera ver cristalizada su profesión. Se preguntaba cómo pudo cambiar el amor de su madre, su esposa y sus dos hijos de un día para otro, sin razón válida alguna. Tuvo que haber irrumpido una fuerza tan extraordinaria que lo hiciera borrar esos preciosos dones con que lo había premiado la vida; pero esa interrogante se iría con él, estaba próximo a la muerte. Estaba sufriendo, no por su enfermedad, sino porque llevaba a cuestas un inconmensurable dolor que no lo dejaba en paz.

Hubiera querido pedirle perdón a su familia por el daño hecho, y como sabía que ya no era posible debería seguir padeciendo ese tormento hasta que su memoria vuelva a naufragar. Sólo le quedaba la esperanza de no tener un nuevo amanecer de incertidumbre, aunque sabía que lo merecía y ese sería su último lamento. Por eso, señora, le he contestado sus interrogantes y contado todas mis desventura. Me siento cansado, mis fuerzas se van desvaneciendo. Es muy tarde, por eso sólo le contestaré una pregunta más.

¿Qué pienso ahora de Gloria? Hablar de ella no viene al caso, y las personas que sepan de desvaríos serán quienes califiquen su actuación, para bien o para mal. Lo único importante es el giro que yo le di a mi propia vida, y como tal debo ser juzgado. Para serle sincero esa hermosa mujer ya no me interesa, pero si pasa a ser parte de mi sufrimiento, en menor grado, la niña que tuvimos, comparada con la de mis otros hijos. Les fallé a todos y en gran manera; lástima que la vida  no sea eterna para dedicarle tiempo a reconstruir el pasado. Es una pena que sea demasiado tarde, porque me hubiera gustado contarle mi vida como la soñé, como la proyecte: un hombre feliz y orgulloso de su familia. Ahora solo me queda dolor, arrepentimiento por mi cobardía, por mi incalificable comportamiento. En especial por haber abandonado a mis hijos. Ya no puedo más…

Le he contado a usted todo sin conocerlo. Desconozco si esto tiene una finalidad judicial o con otros fines. En lo que a mí respecta me gustaría que usted lo escribiera, para que de esta manera mucha gente conociera los errores de mi vida. Créame que lo único bueno que puedo dejar es un recordatorio de lo que nunca se debe hacer en la vida, o mejor dicho, de no haber sabido establecer un límite entre la responsabilidad y la insensatez que hace la diferencia entre los seres humanos.

No se preocupe se solicitó un permiso especial a las autoridades para trasladarlo a este Hospital privado. Todo está arreglado, no se preocupe, muy pronto vendrá su esposa. Relájese, duerma tranquilo, porque aquí todos le queremos, y sepa que aunque el tiempo se escape, siempre le recordaremos con cariño. Hubiéramos querido hacer más por usted, pero la vida también nos ha hecho una mala jugada y por eso no fue sino hasta ahora que lo ubicamos. No sabíamos cómo encontrarlo y ahora que lo logramos lo perdemos para siempre. Descanse, padre, descanse por favor.

Inoportunamente, nuestro Padre Mario entró en estado de coma antes de su último suspiro. Lamentamos su derrumbe profesional, y el sufrimiento físico y emocional que tuvo que arrastrar a partir de entonces. De nuestra parte nunca existió rencor alguno, y en lugar de abrigar sentimientos negativos lo atendimos en el final con toda la comprensión que hallamos en nuestro corazón. A pesar de no haber convivido con él nos heredó, dentro de todo su fracaso, rasgos de inteligencia y temple que lo hubieran hecho merecedor de un mejor desenlace. Las lágrimas fueron el común denominador entre nosotros y mi madre. Descanse en paz Papá Mario.

Mi hermano y yo agradecemos a nuestra madre por su abnegado sacrificio para sacarnos adelante como profesionales, y sobre todo por haber cultivado en nosotros la comprensión y el amor por los demás. En este caso particular no existió odio ni resentimiento. Gracias por habernos engendrado. Siempre le recordaremos como un buen hombre a quien el destino le hizo una mala pasada. Lamentamos no haber podido disfrutar de esa inigualable relación que existe entre padre e hijo, pero su arrepentimiento es valioso, y nuestro mejor regalo es la madre que lo eligió para darnos la vida.

Pedro y Tomás, uno Abogado y el otro Médico, son el fruto de la imbatibilidad de Renata; personajes moldeados por las expectativas de una madre amorosa. Sobran las reflexiones sobre su propio proceder, producto de la solidaridad y los buenos principios inculcados por su madre. Carla María, la hija de la segunda mujer de Mario, nunca reconoció a su padre. Ojala su vida sea diferente a la de su madre, y los años le permitan encauzarse en el sendero de sus otros hermanos.

Usted, amigo lector, saque sus propias conclusiones. Quizás el destino no exista y tal vez lo labramos nosotros mismos, de manera consciente o sin darnos cuenta. Lo importante es que tomemos las decisiones acertadas para no terminar justificando resultados infelices.




Participó en el X Concurso Ángel Ganivet
Países amigos, Finlandia.-
Falló del Concurso 24 de noviembre de 2016.-

lunes, 21 de noviembre de 2016

Pastel de zanahoria

Ingredientes:
3 tazas de zanahoria rallada
2 1/2 tazas de harina
2 cucharadas de royal
2 cucharadas de sal
2 tazas de azúcar
4 huevos
1 1/2 tazas de aceite
pasas y almendras (o nueces)

Procedimiento:
Mezclar el azúcar, los huevos y el aceite.
A  la mezcla se le agrega la harina, el royal y la sal, las pasas, las almendras y la zanahoria.

Se pone en un molde engrasado durante una hora a 350 grados. 

lunes, 19 de septiembre de 2016

El hombre salvadoreño


El Salvador es una belleza trágica, con una cantidad de personas o cosas agolpadas, que con los sismos geológicos todo lo destruye. Siendo una faja estrecha de costa, barrida por el mar en una tempestad fuerte del Pacífico, sus características no son propias de la costa, sino la que a la montaña definen de frente y de perfil. Todo se halla cultivado, de punta a punta del país y por dondequiera se contemplan cumbres volcánicas, tan altas como el cielo.  En las zonas bajas, se ven colinas azules, que se yerguen en puntas de pie para mirar por encima del hombro a los sembrados. Por dondequiera rumorean lagos, ríos y arroyos, que como enloquecidos y aquietados, por entre barrancas cortadas a pico, o por entre frescas ensenadas, para reunirse en las claras barras de los ríos mayores o en los azules remolinos del océano. Las gentes ensimismadas y como anochecidas en las canciones tristes, permanecen en sus casas tan pobres, bajando al pueblo solo en días de mercado. Trabajan la tierra de sol a sol, y desconfían de los políticos como de sus peores verdugos.

Más que hombre político, el salvadoreño, es hombre económico. La mujer madura en su responsabilidad, trabaja más que el hombre. Unos y otras viven de puertas para adentro, en apretada vida de familia, casi pudiéramos decir en haz de clanes. Profundamente individualistas, su orgullo estriba en ser las artífices de su propio trabajo. Temperamentos místicos e introvertidos, viven para adentro, desdeñando las exterioridades  burocráticas. Se aíslan en sus propios grupos, o en sus reducidas casitas en el campo, dispersas por dondequiera, en las laderas, sobre las salientes más escarpadas y hasta en las cumbres volcánicas, casitas con rosales, generalmente con penumbrosos corredores, adornadas con papeles de tono brillante, estampas de santos, macetas de geranios o claveles y grupos familiares. Hasta en San Salvador se nota esta propensión a diseminarse por los cerros, a aislarse una vez terminado el trabajo, calando el propio inconformismo, a la manera de los mineros; viven para y en el trasmundo  auscultándose  de continuo la soterrada inquietud, hasta habituarse al silencio y a los coloquios con largas pausas, como si fuesen rumiando las palabras.

Difícil le es al salvadoreño salir de la sombra a la luz. Cuando sale lo hace tatuado de desconfianzas, de reservas mentales, con la soledad puesta en agua cargada de sal, Impermeable al trato con los demás, sin que esto signifique negativa a las prácticas cordiales, practica la buena acogida por condición de alma, y por el orgullo de que las gentes de fuera lleven excelente impresión de su tierra. De corazón generoso y mano abierta, su actitud es la propia del hombre cuya raíz descansa en tierra geológicamente sometida al martirio, hundida y lacerada por sismos e inundaciones, sintiendo cada vez más en lo hondo, los pavorosos estremecimientos de las rocas heridas.

Cuando el salvadoreño se decide a salir del pozo de su alma, del pozo tremendo de su ser que pugna por expresarse, lo hace con una honradez sostenida por barro y cañas, aun cuando socavado quién sabe por qué azares, en sus diálogos con reservas, casi diríamos soliloquios compartidos, parece que le cuesta encontrar los términos adecuados, y los encuentra al fin con una pauta de cansancio y un dejo de escepticismo. 

Es el salvadoreño un hombre subterráneo. Para llegar a él, hay que bajar a lo invisible. En buena parte práctica deportivamente el alcoholismo, porque el alcohol lo libera de lo que lleva dentro, de lo que es la sustancia misma de su drama. En el fondo, lo mismo le da el trabajo que la muerte. El, se siente un desesperado que agoniza, aun cuando no lo consideran así los sociólogos y revolucionarios de superficialidad zoológica.

Prefiere el salvadoreño una muerte apasionada y leal a una vida de acomodamiento y deslealtad.

De ahí que sus canciones, las raras veces que canta, sean canciones de nostalgia. Su espíritu lo recata a la impudicia de los cuatro puntos cardinales, y su misterio, su vivir considerado como una realidad absoluta, se lo entrega, con un encogimiento de hombros, a los coyotes hambrientos de reputaciones.

Sabe del alma humana, porque se ha identificado íntimamente con la realidad a su alrededor, con el silencio y porque prefiere los animales a los hombres.

En su desvalimiento cursa la validez y sufre la desventura de ser hombre de expresiones mutiladas, hombre al que niegan políticos y sociólogos, pasto de los comedores de carroña de la prensa, víctima de agitadores profesionales, atacado desde niño por la dura ley del trabajo, perseguido desde que su madre era grávida por la emoción y la tentativa de explorar el misterio, que lo acompañan como una cicatriz.

Ser que, a través del mutismo y del silencio, va tacteando en busca de su expresión eso y no otra cosa es el salvadoreño. Aún en el caso en que, bajo el punto de un régimen dictatorial, parezca doblegarse, no se rompe. Su silencio nunca es conforme, sino máscara de la fatalidad histórica, máscara que encubre su explotar atento, apasionado, de su universo interior. Hombre frugal, aun cuando se evada por intermitentes  explosiones dionisiacas, no envidia las riquezas que se acumulan en torno a él. Su pobreza, su ensimismamiento, le endurecen, le disciplinan. Su vida es combate y vencimiento. Tiene la tierra de su alma y espera en la confianza de que día llegará en que tenga la tierra de su trabajo. No se la quitarán! Para cuando llegue ese momento se ha puesto a madurar en su interior. Su resistencia tiene mucho de semejante a la ley de la inercia. La patria de cañas y barro, la patria material de costa brava y café maduro, la patria de los cerros con maíz blanco y mazorcas de maicillo, la va fertilizando con sudor y sangre, la ablanda en el duro combate con las materias volcánicas, y en un silencio que es biombo de su disconformismo tenaz, la forja en el infortunio, porque sabe que el infortunio a su vez, acabará convirtiéndose en la conquista de su fortuna.

El reflujo del salvadoreño es el del hombre invisible: el reflujo que va de fuera adentro. Por un admirable poder reaccional, cuando se le tiene por más acallado, cuando se le considera que permite, es cuando se reanima, cuando eruptivamente surge de los fondos más obscuros de la masa soñolienta que se va alterando día a día, en el fermentarlo de su disconformidad sometida a grandes presiones, en el respaldo nunca apagado, que en vez de morir se alimenta en la prohibición y la derrota. Si ahora vive sus tiempos de pobreza, mientras de él se nutre el enriquecimiento de una treintena de familias, que entre sí procuran darse el jaque de la política, es la emulación y la cólera lo que mantiene la energía moral del pueblo. Y ese pueblo, que suscribe un finalismo un tanto cándido, subraya la necesidad histórica de bastarse a sí mismo, de forjarse y pulirse la paciencia, incubando la pasión y madurando la desesperanza.  

El hombre salvadoreño ha sufrido tanto con los contactos foráneos, se encuentra tan empeñado en un combate con la naturaleza y tan obligado a irlo creando todo, que por instinto ha acabado convirtiéndose en un hombre de orden; de orden en la naturaleza, no de orden en el Estado, a cuyas actividades vuelve la espalda con un encogimiento de hombre desdeñoso. Siente que vive, de modo casi exclusivo, para el trabajo, y en el trabajo se aísla de manera patética. Sus vínculos, más que con las otras gentes, los tiene para con la tierra. Enraizado al paisaje, su emotividad reacciona seria y dramáticamente, porque el espectáculo de las cosas es igualmente serio y dramático. Así lo ven labrando las sacudidas volcánicas.

El salvadoreño va debatiéndose con su dintorno físico en una doble imagen: esa tierra de fondo pugnal y el fuego subterráneo se extiende limitada ante él, y su presencia  protagónica le impele hacia la voluntad de dominio o hacia el complejo de aniquilamiento en la dramática y constante proyección de su vida.

Miren, pues, como la  historia de este pueblo, en lucha con los volcanes, constituye la historia progresista de un debate en que el hombre, librado a las fuerzas de la naturaleza, va, poco a poco, labrando su conciencia y se vuelve a la tierra en un apuro raigal y se refugia en la soledad y el silencio, porque las palabras no le sirven de medida y va obteniendo una cierta índole plástica y fervorosa del ser, por cuyo medio, superando el complejo dramatismo de las partes de su contorno , se va elevando, jadeante, a una unidad obtenida por las pasiones del alma, el sentimiento de la sangre y la expresividad del conocimiento propio. 

jueves, 11 de agosto de 2016


ESTRELLA






Encerrado tras los nevados de la cumbre del Altiplano, todas las mañanas despierta una ciudad, a los pies de su guardián. El Illimani siempre solemne, guarda la memoria de todos sus habitantes; padre, juez, verdugo, mendigo; imagen viva para los que viven en la ciudad y muerta para los que solo están de paso. Lo primero que se ve al bajar a la hollada son sus tres lluchitos nevados coronando sus tres picos. Cualquier punto es perfecto para contemplarlo cada mañana, ver convertirse sus sombras en colores dulces; amarillos, rojos, lilas. Estrella, con sus ojos de huérfana, cada mañana sale al puente de las Américas a ver nacer el sol y también sin querer a contemplar la belleza del Illimani.

Estrella, una de las tantas escorias de la vida, olvido de la humanidad, vive junto a sus tías Ana de 19 y María de 15 años. Su tía Miriam está en la cárcel, porque fue pillada robando en la feria de las mañaneras, las frutillitas la llevaron detenida, después de que una comerciante la pescara en pleno acto; desde entonces, nunca tuvo audiencias ni prorrogas y la metieron a la cárcel de mujeres de Obrajes. Ana trabaja de bailarina en un tabledance ilegal de la América, ahí es conocida como Afrodita, por el lunar en el labio superior derecho y otro en el cuello. De carácter frio y austero sabe cómo ponerles los puntos a los borrachos que frecuentan el burdel y es con la misma fiereza con la que trata a su hermana y sobrina. Ambas aguantan los malos tratos, porque quieran o no, Afrodita es la que aporta más económicamente en ese hogar. Ella soporta su vida de bailarina de cabaret, por que consume las drogas baratas que entra legalmente al burdel, aborto unas dos veces, y ya no puede sangrar con la luna llena de cada mes. En sus delirios sueña con ser bien, tener casa, poder estudiar, vivir al lado del Trujas, su amor imposible, sueños de toda clefera de ciudad. Ambas tías se vieron en la necesidad de clefear a la niña, para aguantar tiempos hostiles, cuando falta dinero para comida o para soportar el terrible frio de la hollada. María es la que pasa el mayor tiempo con Estrella, de oficio ladrona y una de las más finas, enseño los artes del hurto a la pequeña y le hace trabajar con ella, mientras Estrella se para a llorar en alguna de las puertas de los grandes edificios de la zona Sur y espera a que algún incauto se acerque para consolarla, su tía aprovecha la distracción para robar la cartera, la maleta o la billetera. María es de carácter alegre y suave; una sonrisa dura forzada por los tratos de la vida, es su carta de presentación para cualquier paco que la quiere frejar, se vio en la necesidad de hacer pequeños trabajitos, para cubrir los gastos de la familia, después de que su hermana mayor, Esmeralda falleciera en el momento de dar a luz a su sobrina. De dimensiones pequeñas es conocida como la Pulga, es ella quien cada 3 o 4 meses lleva a la niña al centro de salud para recoger pastillas y hacerle revisar, pero la burocracia, su mal olor, el poco dinero que lleva, su poco vocabulario y el hecho de que es necesario saber leer y escribir impiden que se le trate bien.

Con ojos pequeños y sonrisa lánguida, Estrella ve al mundo decepcionada, a su corta edad ya conoce a la ciudad en su faceta más cruda, imágenes fugaces de robos callejeros, peleas, asesinatos y una que otra violación en los callejones perdidos de la ciudad, son fantasmas que la sacuden de susto en sus pesadillas mas tétricas; ya tiene la picardía de toda vagabunda, tiene el vocabulario reducido, torpe y vulgar, mañuda desde que aprendió a hablar y razonar, sabe cómo conseguir lo que quiere, se dio  cuenta que las lágrimas es una buena arma para chantajear a cualquier extraño o amigo; de tez blanca, labios gruesos, cuerpo de cal, sabe que está enferma, pero no sabe la gravedad de su enfermedad. Sus días favoritos son los domingos que junto a su tía María baja a la iglesia de San Miguel a escuchar misa y pedir limosna, ella se atavía con su único vestido y zapatitos blancos, se lava y peina. Le gusta bajar por que ve familias felices entrando a la iglesia y niñas limpias, sonrientes, caminando con juguetes nuevos. Cosas que ella quisiera tener.

Así pasan sus días, con los malos tratos de su tía Afrodita, los cuidados de la Pulga y una bomba del tiempo en su cuerpo a punto de estallar.

Ya es julio, la ciudad se afana con los preparativos de las fiestas julianas, el frio se hace sentir con más intensidad, ya se registraron temperaturas bajo cero, que se llevaron por hipotermia a varios amigos de la Pulga, el Meñique y el Tijeras, amanecieron escarchados de frio en alguna plaza de Sopocachi, se terminaran de descomponer en la abarrotada morgue, en la sección de desconocidos, serán almas en pena, sin tener a nadie que lloren por ellos. Las epidemias de gripe e influenza ya comenzaron y no tardan en llegar a Estrella. Contrajo un resfrió algo sin importancia al principio. Ella ya había pasado antes por hongos, infecciones, inflamaciones, nada memorable, pero aun nadie se explica cómo logro sobrevivir a tanto, tal vez sea por el amuleto que su madre le dejo antes de morir o por sus ansias de vivir y algo de su ignorancia. Pero esta vez es distinto, su tía Afrodita no quiere dar dinero para pastillas, y su tía María no puede conseguir mucho sin la ayuda de Estrella.

El día que las estrellas decidieron salir a hacer compañía a la luna llena de julio, y el viento quiso abrigar a la ciudad y Estrella quiso subir al cielo, pasó algo así.

En la choza bajo el puente de las Américas llamada el Hueco, por los cleferos del centro, la anfitriona favorita es Afrodita, ella deja quedarse a sus amigo por días, pasándola bomba, entre soldaditos, tiner y un poco de la blanca conseguido en la Sagarnaga, los tres platos de plásticos son suficientes para servir comida a unas 10 personas y la caldera abollada sirve para preparar la sopa, como para calentar agua. Las dos camas sacadas del basurero son las únicas sillas, donde todos descansan echados o sentados. El lugar es turbio, oscuro y frio, pero se convierte en el mejor lugar para pasar algunas noches frías de La Paz.

Es víspera del 16, el desfile de teas ya comenzó, la ciudad en pleno congestionamiento, no sabe lo que se desata bajo del puente de las Américas, en el Hueco, Estrella está humeando por la fiebre, delirando con el sueño que últimamente tenia, ese, donde ella puede volar y ve a su mami junto con ella. El resfrió que cogió según se sospecha es de la anterior semana, cuando volvía junto con su tía a su casa después de la feria de la 16, en plena lluvia. María logro comprar algunas pastillas, pero no es sufriente para este resfriado; ese día Afrodita durmió todo la tarde, porque noche antes tuvo una jornada muy movida y estaba cansada; la despierta los ruidos que su hermana mete al salir y entrar de la choza, en la cama continua, la pequeña Estrella yace por la fiebre, el mate ni la pastilla que tomo hacen efecto. Afrodita despierta de mal humor, inhala un poco de clefa, busca algo para comer en la única olla que tienen y ve a la niña tirada en la cama. Se ríe, sabe que de esta no se salva. Llega María y empiezan a discutir; María llora, implora por un poco de dinero, y Afrodita feliz de que por fin se haga realidad su deseo, sale victoriosa de su casa, rumbo a su trabajo, María sin saber qué hacer, lo único que se le ocurre es ir a pedir limosna con la niña en brazos, a ver si alguien la compadece y la ayuda. Desecha la idea de ir a algún centro de salud, sabe que en esos lugares de caras no aceptan personas greñudas, con olor a clefa y sucias; además que no sabe leer ni firmar, condena de todo vagabundo del tercer mudo. Envuelta en la manta de Barbie, regalada por otro clefero, María envuelve a la niña y sale con ella en brazos.

La ciudad esta agitada por el desfile de teas, las calles más llenan de lo común, es una esperanza para que María pueda conseguir dinero. No puede evitar no llorar, entre sollozos y lágrimas, pide ayuda para salvar a su nena, camina por el centro paceño, pidiendo limosna a cada persona que pasa a su lado; mujeres envueltas en abrigos de pieles, hombres con gabardinas directamente importados de Francia, jóvenes con chalinas y guantes traídos desde la china, cholitas con mantas caras y polleras vistosas, todos, absortos en sus propios problemas, perdidos en mundos imaginados, para ser más soportable la existencia en la tierra. La humanidad no tiene tiempo para velar por una pobre huérfana nacida con sida. Nadie se percata de la pobre mujer, parece que es invisible, se siente cada vez más pequeña de lo que es; joven, señorita, caballero, señora, ayúdeme, ayuda. Implora con la mano extendida y los ojos vidriados porque consumió clefa, única manera de soportar el frio de esta noche. Se acerca a ella un paco, este la hecha con una amenaza, un perro le ladra, un hombre la empuja, cada vez más desgraciada la pobre, reniega contra la vida que le toco vivir a ella y su nena. Llega  a la plaza Mayor, se sienta. La alegórica noche contrasta con la desgracia de la niña, ve la iglesia cerrada, un niño bailando en pleno centro de la plaza, piensa en robar el sombrero del muchacho con algunos centavos ya ganados, escucha risas del público de un doncito que imita las tonterías de los hombres, parejas en pleno beso, familias felices saliendo del mercado después de cenar, uno que otro mendigo igual a ella, gringos intentando pedir algunas monedas a cambio de chucherías hechos por ellos mismos. Se pone a caminar sin saber a dónde o porque, la nena sigue ardiendo en fiebre, dormida o tal vez desmayada, ya no hace caso a la voz de su tía, con los ojos cerrados parece una muñequita, por primera vez ante los ojos de su tía parece de porcelana, la piel pálida hecha de cal, los labios rojitos como cereza, por el chupete que se lo barbo antes de la fiebre, los cabellos delgados y largos como de ángel, caen a su espalda y a cada lado de la cara, enmarcando su rostro, a la luz de la luna parecen de cobre, la nariz pequeña, perfecta, las orejas rojitas por el calor, tiene el rostro sereno, parece muerta, pero aun siente su respiración, suave, porque ve como se mueve un cabello que cae hacia su nariz; no sabe a qué plaza llego, pero de fondo se sigue escuchando el desfile y el bullicio que las personas meten por esta noche. Se sienta en el piso, cantando la nana que suele cantarle a la niña, ya no tiene lagrimas que llorar, no siente frio, aunque estemos a 5°C bajo cero, la clefita que tenía en su bolsillo la hicieron entrar en calor. Intenta despertar a la niña, pero ella no quiere, busca sus manos, están frías, son tan pequeñas, sucias, las uñas largas le dan apariencia de manos de vieja, su ropita es la misma que usa desde hace un mes, y sus zapatitos roto de tanto usar ya casi no tiene suelas, sabe que a un vive porque siente su corazón palpitar. Acaricia el amuleto que su mami le dejo antes de su muerte, un collar, con una imagen de la virgen de Copacabana y piensa  que por eso logro sobrevivir hasta esas alturas… recuerda el día que nació la niña, detrás del mercado la Bolita, la promesa incumplida que le hizo a su hermana, vuelve a sentir la misma tristeza del día que Esmeralda murió y los pacos se la llevaron ya muerta al depósitos de cadáveres, mejor hubiera estado en el basurero.

Ya es media noche, el Illimani, es solo una sombra de fondo, está feliz, sus carcajadas, es frio que abraza a la ciudad; en su aliento, arrulla a la niña por primera y última vez; aunque no esté enterado de los pormenores, sabe que ella ya no volverá a saludarla cada mañana, ni se crispara en movimiento telúricos, cuando ella, en su voz de gorrioncillo repita su nombre.

…Llueve, muy despacio, casi nadie lo siente, raro, es una lluvia tibia, cálida, no parece triste la escena, es feliz…

…Estrella ya no sufrirá más…